Crepúsculo (en novela y en celuloide)
(Este artículo que es, dicho sea de paso, una compilación de dos artículos fueron escritos y publicados en 2010 en la revista La Pollera, cuyo contenido no he podido recuperar.)
En los dos últimos números de La Pollera (115 y 116) [2010] fueron publicados una crítica literaria de Crepúsculo –Twilight– la novela, escrita por Stephanie Meyer y una crítica de cine de la película basada en esta y del mismo título. Ambas escritas por mí. Si bien, tanto la película como el libro resultaron ser sendos éxitos comerciales, a mí me parecieron, si no malos, mediocres. Pero sí logró cautivarme lo evidente que se hace la diferencia en un relato literario y uno cinematográfico.
(1) LA CRÍTICA LITERARIA.
Me lo advirtieron: no te va a gustar, es un libro para minas. Yo, el porfiado, lo leí igual. Quinientas y tantas páginas, trescientas ochenta que podrían resumirse en una frase: "¡Puta que es lindo Edward!" y las últimas ciento veinte que resultan bastante entretenidas, cuando los vampiros le dan caza a la humano. Crepúsculo es producto de la sed comercial literaria del público teenager gringo. Esa que es más contagiosa que la gripe porcina y que tiene a gran parte del público femenino, menor de veinte años, devorando las páginas del vampiro vegetariano que se enamoró de la humana. Él la cuida a toda costa, de peatones cariñosos y atropellos adolescentes. El tipo es bien parecido y mitserioso, con una estructura ósea perfecta y la piel blanca más que la cresta: mino y bonachón. Edward Cullen es la representación perfecta del príncipe azul a la Disney y por ello a todas les encanta y disfrutan las primeras cuatrocientas ochenta páginas que yo habría resumido en media plana. Sin embargo, este es precisamente el giro que la autora consigue existosamente: hace millones de dólares, vende los derechos a Hollywood y alcanza el cuatro pelado en términos literarios: el príncipe azul es un vámpiro. Invierte las cacarcteríticas de los roles clásicos, pero mantiene la fórmula. La narrativa es poco misteriosa, las preguntas se van revelando con rapidez a través de la narración en primera persona de la protagonista, Isabella Swan, personaje construído prototípicamente a partir de la adolescente sin gracia norteamericana (otro acierto comercial de Meyer) que se muda de Phoenix en Arizona a Forks, un pueblo cagón en el estado de Washington donde llueve prácticamente todos los días. Bella, como ella insiste que le digan, es una chica tímida, callada, torpe y no particularmente bonita que enamora al tipo más mino-rico-esquisito de toda la escuela, el tipo más inasequible de todo el pueblo. ¡Es el sueño de todas las chicas! Meyer logra que las mujeres se identifiquen con Bella y sueñen a los quince con este príncipe azul que, salvo por los detalles de la fábula, es el mismo con el que soñaban a los siete viendo cualquier película de Disney. Para los varones, e incluso para mujeres adultas, Crespúsculo tiene la misma gracia que ¿Dónde está Elisa?, hay que saber de qué se trata para no perderse las conversaciones. Para las adolescentes es un librazo, les cuenta al oído todas sus fantasías, las enamora una vez de un príncipe azul que además desafía todos los cánones establecidos. Edward es una fusión entre el sueño absoluto del príncipe azul y el desafío a las reglas típico de la adolescencia, es decir, para las mujeres entre doce y veinticinco es la fantasía ideal.
(2) EL COMENTARIO DE CINE.
Tras leer el libro, decidí ver la película. Me senté, le puse play y, tras los 90 minutos, me dije: qué bueno es el libro. Sin embargo, con el paso de los días, noté que había hablado con varias personas acerca de sus diferencias, de cómo presentaban a los personajes y de cómo desarrollaban la historia, que es la misma, pero no. Nunca pensé que un producto tan light me haría reflexionar tanto acerca de la dupla novela-película.
Igual que el libro, Crepúsculo, la película, fue un éxito comercial. Millones de espectadores en las salas de cine, de descargas ilegales en Internet, de devedés originales venidos, merchandising al por doquier. Sus actores arrasan en los shows de televisión, se ganaron varios premios MTV Movie Awards y firmaron jugosos contratos para protagonizar los capítulos siguientes de la saga. Pero la película es aburridísima. Avanza como por inercia, a los personajes no se les explica y, por lo tanto, no se les entiende. Edward Cullen, el vapiro mino interpretado por Robert Pattinson, es un adolescente irresponsable de diecisiete años, embobado con una chiquilla que huele rico. El personaje del libro es un vampiro de ciento cuatro años que posa de un quinceañero, que se enamora de una humana y entiende las dificultades de una potencial relación amorosa. En la novela, Edward es un personaje complejo, con el que uno llega a empatizar. En la película eso es imposible. En el mismo sentido, la protagonista Isabella Swan, interpretada por Kirsten Stewart, es la narradora de la novela y, si bien, es ella es foco de la narración en la película, no podemos acceder a sus reflexiones. (Cosa obvia en el cine.) Esto nuevamente impide comprender el personaje, hace imposible querer darle cachetadas y hacerla entender que es una idiota, que Edward es un vampiro y que está en peligro junto a él. En realidad, debe ser como lidiar con un adolescente en la vida real. Hasta aquí, sólo destaco cuán pobre es la película en comparación al libro. Pero, estas son cuestiones obvias: el cine es un arte distinto, donde no hay narradores capaces de entrar en psique de los personajes. Mientras la narrativa permite estas cosas fácilmente, el cine no puede explicar literalmente por qué un personaje toma cuál o tal decisión ni por qué de repente se puso a llorar ni nada. El cine cubre lo invisible de los personajes con un velo, a través de sus actos los conoceréis. Será gran gracia del director, en primer lugar, y de los actores ser capaces de presentarnos los hechos tan nítidos que logremos entender a los personajes. Conversaciones, miradas, sonrisas, reacciones y raccontos saltan como los recursos disponibles para descifrar el código de cada personaje. Quizás, Crepúsculo (la película) carece de todo esto, mientras la novela sí nos lo permite. La directora, Catherine Hardwicke, no estuvo a la altura de la adaptación. Los actores son unos bodrios. El resultado es una película mediocre, fragmentada y sin gracia. Sin embargo, gracias a que Crepúsculo (la película) adolece de todos estos defectos es que pude entender el tremendo desafío que significa narrar una película o hacer un personaje. Ahora, cuando veo una película valoro y disfruto mucho más cuando una historia se me devela con fluidez sólo pudiendo mostrar la faz de un grupo de personajes.
Ahora el plan es releer Harry Potter y el misterio del príncipe (Harry Potter and the half-blood prince) porque esta no sólo es una saga notable en el papel, sino también lo es en la pantalla.

April 7th, 2017